jueves, 31 de mayo de 2012

Desesperación

Desesperación es vivir sin objetivos, mirar la vida y preguntarse la razón de ser. Debemos estar ocupados, inmersos en una burbuja de actividad neuronal mínima, de lo contrario nos sentimos vacíos y no podemos acertar a decir qué sentido tiene nuestra propia existencia en la Tierra. Nos hemos creado un laberinto de sublimación de los sentidos del que nos es casi imposible salir. Mientras estamos ahí todo es ¡genial!, perfecto, es entonces cuando lo que no tiene sentido es preguntarse los porqués de la vida. Es esa la condición infrahumana de borrego que a tantas personas les provoca tanto placer. Si en algo tenía razón Nietzsche es en que hay que aspirar al "superhombre" a la elevación del yo por encima de todo acto mundano. Hay que saber vivir, con la mente en el cielo y los pies en la tierra. Conociendo nuestros propios límites, y satisfaciendo la curiosidad innata que posee nuestra especie. Hay que salir y vivir, pasear sin mirar de reojo a las personas simplemente por eso de los modales y las composturas. ¡Saludad a desconocidos!, hablad con gente extraña, pensad en voz alta. Atreveos a soñar despiertos y a saber apreciar la belleza de un animalillo, de una flor, de un paisaje, de una canción, de un olor, de todo aquello que nuestros sentidos y nuestra imaginación nos permitan contemplar. Llega un día en que te mueres, y ya no puedes saltar y decir, ¡¡estoy aquí!! ¡¡Cambiemos el mundo!! NO.El momento es ahora. Concédeme el placer de concebir una utopía aquí mismo, en este mundo criticado por todos y cuidado por tan pocos.

jueves, 17 de mayo de 2012

Diálogos




El siguiente escrito es la recreación fantástica de lo que podría haber sido una conversación entre Kurt Gödel y Albert Einstein de vuelta a casa tras salir del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, por lo tanto debe tomarse como tal.



“Albert Einstein y Gödel entablaron una amistad legendaria, compartida en las caminatas que tomaban juntos en el IEA. La naturaleza de sus conversaciones permaneció en el misterio para los otros miembros del Insituto. El economista Oskar Morgenstern recuerda que hacia el final de su vida Einstein le confió que “su propio trabajo ya no importaba mucho, que llegaba al Instituto únicamente para tener el privilegio de caminar a casa junto a Gödel”.”

_Fuente:Wikipedia_



[...]

Einstein: ¿Qué es entonces la verdad?



Gödel: Bueno una palabra que en primera instancia atrapa bastante bien la esencia de este concepto es aquella de “correspondencia”.



E: Hmm correspondencia, ¿correspondencia entre qué?



G: Entre lo que se afirma con las palabras y lo que se percibe con los sentidos. Las palabras ya sean orales o escritas, no son más que representaciones del mundo, siempre y cuando nuestro discurso vaya referido al mismo.



E: Está bien, aunque eso me parece simplificar demasiado. ¿No son acaso palabras las que constituyen la frase: “Devuélveme mi lápiz”? O por ejemplo, ¿qué me dirías si yo afirmo algo no referido al mundo, sino a otro universo ya no perceptible con los sentidos sino sólo imaginable? ¿Acaso allí sería posible hablar de “verdad”?



G: Ciertamente es posible construir frases que no sean la representación de algo, pero esa parte del lenguaje no es a la que me refiero, digamos que estamos en el subconjunto de aquellas construcciones gramaticales catalogables de verdaderas o falsas por su función enunciativa. De esta forma, respondiendo a su segunda observación, también es posible afirmar algo referido no ya al mundo “real” sino a otra posible realidad imaginaria. En este sentido, cabría decir que nuestro mundo real, a efectos del análisis o descripción de la verdad que intentamos hacer, no es más que otro sistema posible con la salvedad de que nos encontramos nosotros también inmersos en él como objetos del mismo.



E: ¿Quiere decir, que no hay necesidad de separar nuestro universo de todos los otros posibles a efectos de describir qué es aquello que designamos por verdad?



G: Esa es la idea.



E: Me parece interesante, pero entonces le vuelvo a preguntar: ¿Qué es la verdad?



Continuará...

miércoles, 9 de mayo de 2012

Humanos y Máquinas

Hasta ayer tenía la fuerte convicción de que el ser humano es, en algún aspecto difícil de definir, superior a la máquina. Sin embargo tras leer las argumentaciones en favor de este hecho, he comprobado que la mayoría apelan al teorema de incompletitud de gödel. Y lo que dicen es que dado que los sistemas formales son limitados, i.e. no pueden derivarse todas las verdades del sistema por métodos puramente sintácticos, siempre seremos algo más que una máquina que funciona de este modo. Pero es que los métodos que nosotros tenemos para comprobar las limitaciones de un sistema formal, son las mismas que se pueden implementar en una máquina. Al fin y al cabo, el origen de todo es saber si la aritmética es consistente, lo cual ni la máquina ni nosotros lo podemos saber.

Espero esto haga reflexionar a quien lo haya entendido.

jueves, 3 de mayo de 2012

Más de lo mismo




La música... ella me relaja, me hace olvidar todo lo demás, ¿que pasaría sino pudiera percibirla con mis oídos? ¿Dejaría de existir? No lo creo. No hacemos más que conocer lo que se nos deja conocer... y sólo podemos hablar de eso mismo. Entonces, ¿qué sentido tiene preguntarse por algo ajeno a los sentidos? Sólo podemos hacerlo real en nuestra imaginación, pero ¿realmente podemos imaginar algo fuera de lo que sentimos? Toda nuestra fantasía está sujeta a historias de sonidos, imágenes, olores y caricias. Si nunca hubiéramos podido tocar una flor, ¿acaso se habría creado en nuestro cerebro la conexión correspondiente para recrearla? Cada día me doy más cuenta de que al final no existen problemas ontológicos, lingüísticos, o epistemológicos... Existen problemas reales, y nosotros modelamos la realidad con nuestro lenguaje, la verdad es una correspondencia entre un universo impuesto y unas proposiciones referentes a él.


martes, 1 de mayo de 2012

Lógica y lenguaje






“La ciencia no puede resolver el misterio definitivo de la Naturaleza, y es porque en último término, nosotros mismos somos parte del misterio que intentamos resolver”. 
Max Planck









Suele hablarse del primer y segundo Wittgenstein por encontrarse en la misma persona dos concepciones distintas acerca de lo que es el lenguaje y la problemática relacionada con él. El primero argumenta que el lenguaje es una captación de la realidad y como tal no tiene sentido hablar sobre algo que no se pueda comprobar empíricamente. Esto es de lo que no se puede hablar


En una segunda etapa, Wittgenstein comprende que su definición del lenguaje no es completa, ya que se le escapan usos del lenguaje que no son una representación de nada en concreto, pero que son tan necesarios como los que sí lo hacen.






El primer Wittgenstein, en su intento de definir qué se puede decir con propiedad, habla de la parte del lenguaje que corresponde a la lógica y por ende al razonamiento. El segundo se ocupa de otra tarea ligeramente distinta, ya no sólo trata con enunciados declarativos, sino que intenta analizar al lenguaje en general. Por supuesto se da cuenta de que no todo enunciado expresa algo calificable de verdadero o falso referente al mundo en que vivimos. Sino, más bien comprende que el lenguaje es sólo una herramienta multiusos, refiriéndose a ellos como juegos del lenguaje. 






En mi opinión se puede calificar al lenguaje como aquello que permite la comunicación en todas sus formas, ya sea para afirmar, preguntar, negar u ordenar algo. Son diversas maneras de transmitir un mensaje que hace referencia a objetos del mundo o de nuestra imaginación, susceptibles de ser descritos mediante sus propiedades y relaciones con los demás objetos, los cuales pueden tener su significado en la realidad empírica o en los postulados que previamente habremos aceptado nosotros como significado de los objetos de los que hablamos. 






En último término, sí que se puede hablar de todo, pero siempre y cuando tengamos el suficiente cuidado de saber si tratamos con enunciados declarativos que expresan información y se pueden catalogar de verdaderos o falsos; o simplemente estamos usando el lenguaje en otra de sus formas para expresar algo diferente. Para cada una de estas situaciones será posible una definición del lenguaje distinta. Pero si sólo nos centramos en la parte pura del razonamiento y la argumentación, nada fuera del mundo de las proposiciones y la lógica tiene sentido alguno, así como tampoco existe una verdad absoluta e incondicional. Nosotros explicitamos qué vamos a entender por significado, ya sea una imagen, un sonido, o un símbolo. Podríamos decir por ejemplo que el significado de “coche” es un objeto que tenga cuatro ruedas y cinco puertas, un volante, asientos... etc. y que lo que hace verdadera la proposición “El coche de mi padre es rojo” es el hecho de que si mi padre tiene un objeto que encaja en la definición anterior y además presenta las características descritas por la proposición posterior, entonces se dice que esa proposición es verdadera. Pero es que nosotros mismos hemos establecido que el significado de ser verdadero es ése, y nada más. Así como hemos descrito cada uno de los objetos que intervienen en el enunciado, excepto aquellos que por necesidad sean primitivos y no se pueda dar una definición de ellos de la forma usual. Al fin y al cabo, nosotros mismos somos los únicos capaces de cerrar el contenido de nuestro discurso bajo los objetivos que nos propongamos. No tiene sentido querer ir más allá, he comprendido que se tiene que partir de algún sitio. Hablar por hablar, no lleva a ninguna parte. 






Obviamente, todos vamos a tener esa sensación latente de que la verdad es algo más que eso... Pero en último término, nunca podremos salirnos de nosotros mismos para captar otra verdad que no sea la que nosotros hemos definido de tal cosa. 






Finalmente tenemos pues un lenguaje para expresarnos, llamado por nosotros natural, y otros lenguajes formalizados que intentan captar la parte declarativa de nuestro lenguaje natural para hacer más claras las deducciones y llegar así a verdades, eso sí condicionales, de una forma puramente operativa y siendo estas lo más objetivas posibles. Deja de tener sentido entonces preguntarse qué es verdadero, porque no será más que el resultado de aplicar nuestras propias reglas del juego en que consiste la demostración matemática.