martes, 1 de mayo de 2012

Lógica y lenguaje






“La ciencia no puede resolver el misterio definitivo de la Naturaleza, y es porque en último término, nosotros mismos somos parte del misterio que intentamos resolver”. 
Max Planck









Suele hablarse del primer y segundo Wittgenstein por encontrarse en la misma persona dos concepciones distintas acerca de lo que es el lenguaje y la problemática relacionada con él. El primero argumenta que el lenguaje es una captación de la realidad y como tal no tiene sentido hablar sobre algo que no se pueda comprobar empíricamente. Esto es de lo que no se puede hablar


En una segunda etapa, Wittgenstein comprende que su definición del lenguaje no es completa, ya que se le escapan usos del lenguaje que no son una representación de nada en concreto, pero que son tan necesarios como los que sí lo hacen.






El primer Wittgenstein, en su intento de definir qué se puede decir con propiedad, habla de la parte del lenguaje que corresponde a la lógica y por ende al razonamiento. El segundo se ocupa de otra tarea ligeramente distinta, ya no sólo trata con enunciados declarativos, sino que intenta analizar al lenguaje en general. Por supuesto se da cuenta de que no todo enunciado expresa algo calificable de verdadero o falso referente al mundo en que vivimos. Sino, más bien comprende que el lenguaje es sólo una herramienta multiusos, refiriéndose a ellos como juegos del lenguaje. 






En mi opinión se puede calificar al lenguaje como aquello que permite la comunicación en todas sus formas, ya sea para afirmar, preguntar, negar u ordenar algo. Son diversas maneras de transmitir un mensaje que hace referencia a objetos del mundo o de nuestra imaginación, susceptibles de ser descritos mediante sus propiedades y relaciones con los demás objetos, los cuales pueden tener su significado en la realidad empírica o en los postulados que previamente habremos aceptado nosotros como significado de los objetos de los que hablamos. 






En último término, sí que se puede hablar de todo, pero siempre y cuando tengamos el suficiente cuidado de saber si tratamos con enunciados declarativos que expresan información y se pueden catalogar de verdaderos o falsos; o simplemente estamos usando el lenguaje en otra de sus formas para expresar algo diferente. Para cada una de estas situaciones será posible una definición del lenguaje distinta. Pero si sólo nos centramos en la parte pura del razonamiento y la argumentación, nada fuera del mundo de las proposiciones y la lógica tiene sentido alguno, así como tampoco existe una verdad absoluta e incondicional. Nosotros explicitamos qué vamos a entender por significado, ya sea una imagen, un sonido, o un símbolo. Podríamos decir por ejemplo que el significado de “coche” es un objeto que tenga cuatro ruedas y cinco puertas, un volante, asientos... etc. y que lo que hace verdadera la proposición “El coche de mi padre es rojo” es el hecho de que si mi padre tiene un objeto que encaja en la definición anterior y además presenta las características descritas por la proposición posterior, entonces se dice que esa proposición es verdadera. Pero es que nosotros mismos hemos establecido que el significado de ser verdadero es ése, y nada más. Así como hemos descrito cada uno de los objetos que intervienen en el enunciado, excepto aquellos que por necesidad sean primitivos y no se pueda dar una definición de ellos de la forma usual. Al fin y al cabo, nosotros mismos somos los únicos capaces de cerrar el contenido de nuestro discurso bajo los objetivos que nos propongamos. No tiene sentido querer ir más allá, he comprendido que se tiene que partir de algún sitio. Hablar por hablar, no lleva a ninguna parte. 






Obviamente, todos vamos a tener esa sensación latente de que la verdad es algo más que eso... Pero en último término, nunca podremos salirnos de nosotros mismos para captar otra verdad que no sea la que nosotros hemos definido de tal cosa. 






Finalmente tenemos pues un lenguaje para expresarnos, llamado por nosotros natural, y otros lenguajes formalizados que intentan captar la parte declarativa de nuestro lenguaje natural para hacer más claras las deducciones y llegar así a verdades, eso sí condicionales, de una forma puramente operativa y siendo estas lo más objetivas posibles. Deja de tener sentido entonces preguntarse qué es verdadero, porque no será más que el resultado de aplicar nuestras propias reglas del juego en que consiste la demostración matemática.



No hay comentarios:

Publicar un comentario